miércoles, 7 de marzo de 2007

UN GRAN TIPO

5 de marzo, emotiva fecha, ilustrisimo momento. Esta vez has sido tú, Antonio, amigo, en la fecha de tu cumpleaños, quien me ha inspirado, y quien se me ha adelantado.

Efectivamente, Gabriel García Márquez se convirtió en octogenario hace apenas dos días. Qué puedo decir yo, insignificante mortal, ante tamaño escritor, ante un gran maestro, un mago de las palabras, de los sentimientos, de la vida al fin y al cabo.

Aún me recuerdo, hace unos 8 veranos, sentado en la cama de mi habitación, con el fantástico 100 años de soledad entre mis manos, apoyado suavemente sobre mis rodillas, y con la leve luz que la persiana entreabierta dejaba traspasar.

Aún puedo encontrar en mi memoria lo que sentí al leer el comienzo del libro, al escuchar por vez primera la palabra Macondo, al integrar en mi cerebro palabra por palabra las dos primeras líneas del libro, con la inquietud con la que se empiezan todos, con la ilusión con la que se llena uno al acariciar el frontispicio, y palpar el grosor de las hojas. Pensé qué podía haber hecho el coronel Aureliano Buendía para estar frente al pelotón de fusilamiento, y de verás que pude verlo con pocos años, de la mano de su padre, fantásticamente sorprendido ante el inmenso invento que acababa de conocer: el hielo.

Una a una fui devorando las hojas de este manual de la vida, reconociéndome en algunos gestos del Coronel, compadeciéndome del bueno de su padre que acaba atado a un palo, admirando al viejo Melquíades y sus extrañísimas adquisiciones, y sintiendo un extraño sentimiento de protección que, reconozco, profesé hacia Remedios. Ni uno sólo de los personajes pasó de largo en este libro, todos aportaron su parte, su porciúncula misión se cumplió a la perfección: que el lector consiguiera verse en Macondo, en una cabaña de caña y barro, partiendo hacia la guerra, desafiando a las enfermedades, a los problemas, pero sin poder abatir el maldito tiempo, con sus malditos segundos, minutos, meses y años. Terminé tan enorme libro, digo enorme en toda la extensión de la palabra, con la melancolía del que ve alejarse de sí algo muy preciado y que le ha acompañado largo tiempo, viviendo múltiples venturas y desventuras.

Decía "Gabo" que "el secreto de la felicidad es hacer sólo aquello con lo que uno disfruta". No sé hasta que punto pudo disfrutar escribiendo y construyendo la historia que nos trata, lo que sí puedo es reivindicar el minúsculo homenaje que desde este humilde blog trato de brindarle.

Yo sí que disfruté leyéndolo. Gracias

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pues no me queda otra cosa que leerlo he oido tanto de esa novela que ya no queda otra.cómo andas DAVID.SOY ADOLFO.

Feliz coincidencia la del cumpleaños de antonio y lo de garcia marquez eh??

Nuestro hno es bueno y sabio a parte de tener un alma grande.
aprovecho pa contarte que sigo currando, el puesto mio que debia cubrirse no se cubrio y sigo igual .bueno hno cuidate

U.B, David dijo...

Tio pues me alegro mogollon por ti. Sigo bien, algo agobiado por examenes, pero sacando el poco tiempo que tengo para escribir.

No es que te lo recomiende, es que te repruebo por no haber leido cien años de soledad. Es broma Adolfo, pero para mí ha sido un libro que me marcó muchísimo en mi adolescencia. Espero te aporte algo importante como a mí.

Un abrazo